La sierra es una fiesta eterna, y el ganado, iba ya subiendo la sierra. De aquí en adelante la vida sería tranquila. Descargué un sitio adecuado. Puse la carpa. Corté ramas para las camas. Me puse a hacer de comer para cuando llegara Abrán. Ya las primeras ovejas estaban llegando. De vez en cuando salía a’ndetenerlas, a remolinarlas, para que fueran conociendo su primer rodeo. Todo era paz y harmonía. El agua helada y cristalina del arroyo, el pasto, fresco y lozano.
El oso
Abel Abelito Sánchez, Clorinda Chávez, Shirley Cantel y el resto de mis amigos de Tierra Amarilla nos pusimos a gozar. Lancé un alarido. Tanta risa que habían traído golosinas que se acostumbran en la sierra. La alegría y la buena comida, la amistad convirtieron aquello en un festín para recordar siempre.
Recuerdos
Shirley Cantel y yo crecimos juntos. Yo cargaba con sus libros. Jugábamos en las caballerizas o en las pilas de heno. Teníamos carreras de caballo. En las representaciones dramáticas en la escuela ella tenía papeles importantes.