Tomará a su cargo la vigilancia de nuestros hijos, que comienzan a hacerse demasiado diablillos. Es un medio cura, excelente latinista, que cuidará de su instrucción y les obligará a aprender, pues si no me ha engañado el párroco, tiene un carácter firme.
Le daré trescientos francos y mesa. Su moralidad me inspiraba algunos recelos, porque fue el Benjamín de aquel médico militar viejo, caballero de la Legión de Honor, que, uso pretexto de que eran primos, fue a hospedarse en la casa de los Sorel. Siempre sospeché que era una gente secreto, un espía de los liberales.
Estoy resuelto a traer a nuestra casa al hijo del aserrador Sorel.
El cura, a causa del incidente que ha abierto entre los dos una sima invencible, me dijo que el hijo de Sorel estudia teología hace tres años y que su intención es entrar al seminario, lo que demuestra que no es liberal, sino latinista.
Este liberal fue el profesor de latín del hijo de Sorel, y quien, a su muerte, le legó todos sus libros. Por estas razones, jamás se me habría ocurrido nombrar al hijo del aserrador preceptor de nuestros hijos.
Y no es este el único motivo que me mueve a obrar como lo hago
Podría quitarnos el que tú propones
¿Luego apruebas mi proyecto? ¡Es cosa hecha! ¡No hay más que hablar!
Valenod no cabe de orgullo en el pellejo desde que compró el hermoso tronco de normandos para su carruaje. Tiene caballos, sí... pero no preceptor para sus hijos.
¡Dios mío! ¡Amigo mío, qué pronto te resuelves!
Porque tengo carácter, como ha tenido ocasión de comprobar el cura. ¿Por qué hemos de disimular? Estamos rodeados de liberales; todos los mercachifles y comerciantes de la ciudad nos tienen envidia; no me cabe la menor duda.
Entre ellos, hay dos o tres que se han enriquecido; pues bien: quiero que vean que los hijos del señor Rênal salen al paseo acompañados por su preceptor.