No tengo cuartos, y la comida ya esta apartada, marchate.
Necesito un lugar para dormir y comida...
¿Pero a dónde iré?
Lárgate de aquí!
¿Qué haces aquí?¿Y ya has llamado a aquella puerta?
Ya ves buena mujer, me acuesto, y no tengo dónde dormir, y ya he llamado en todas las puertas...
El viajero buscaba comida y lugar para dormir, pero el posadero no lo dejo quedarse, pues tenia toda su comida ya apartada y no tenía cuartos disponibles, también porque pensaba que no podría pagarlo.
Claro! Señora Maglorie, poned un cubierto más.
Me llamo Jean Valjean, soy presidiario y estoy buscando un lugar donde pasar la noche... Vosotros me quereís dejar quedar?
El tabernero no lo quería en el lugar, y el viajero no sabía a dónde ir. Terminó marchándose.
Esta es la casa de Jesucristo, y sois bienvenidos.
Señor cura, es usted muy bueno, muchas gracias por recibirme es vuestra casa.
Después de que el viajero caminara y preguntara en un par de lugares más, se dio por vencido y sin esperar nada se sentó en un banco de piedra, a los segundos llegó una anciana y le sugirió que tocara en una puerta que se encontraba al otro lado de la plaza, el cual era un antiguo hospital.
Que paséis buena noche,
Muchas gracias una vez más.
Jean Valjean luego de tomar el consejo que le dio la anciana de antes, tocó la puerta del obispo y sin esperar mucho, pidió alojamiento. El obispo con mucho gusto lo recicibió, le dio comida y donde dormir.
Ya todos comiendo en la mesa, Jean Valjean le agradece al obispo y a la Señora Maglorie por dejarlo quedarse esa noche, con una cama y sábanas limpias y comida.
Al terminar de cenar, el obispo le muestra su cuarto a Valjean, y este agradece una vez más, y antes de que el obispo saliera de la habitación, Valjean le cuestiona si estaba seguro de querer tenerlo tan cerca si no estaba seguro de que no fuese un asesino, a lo que el obispo contesta con que ese es problema de Dios.