Sí, en verdad; pues ya lo veis, los pecados del padre recaen en los hijos; por tanto, os prometo que tiemblo por vos. Siempre he sido franco con vos; he ahí por qué os expreso ahora mi "irreflexión" en la materia. Así, pues, divertíos bien, porque, verdaderamente, creo que estáis condenada. No tenéis más que una esperanza que pueda seros de alguna ayuda; y esa esperanza es aún una especie de esperanza bastarda.
¿Y qué esperanza es esa, me haces el favor?
¡Pardiez!, la esperanza de que no seáis hija del judío.
Esa sería, en efecto, una especie de esperanza bastarda; pues, sí fuese así, los pecados de mi madre deberían recaer sobre mí.
Entonces, a la verdad mucho temo que no estéis condenada a la vez por causa de vuestro padre y por causa de vuestra madre; así, cuando huyo de Scila, vuestro padre, caigo en Garibdis, vuestra madre. Bien; estáis perdida por los dos costados.
Seré salvada por mi marido; me ha hecho cristiana
Razón, por cierto, para censurarle más; éramos ya bastantes cristianos; éramos aún más de los que necesitábamos para vivir en buena vecindad. Este furor de hacer cristianos hará subir el precio de los cochinos; si nos a convertirnos en comedores de puercos, muy pronto no será posible, aun a precio fabuloso, hacer un asado a la parrilla
"-Voy a repetir lo que me dices a mi marido, Launcelot, mírale, aquí llega.- "Jessica
(Entra Lorenzo)
Voy a estar muy pronto celoso del vos, Launcelot, si continuáis de charla con mi mujer por los rincones
Nada tenéis que temer de nosotros, Lorenzo; Launcelot y yo estamos en discordia. Me dice rotundamente que no hay esperanza para mí en el cielo, porque soy hija de un judío, y añade que no sois de buen ciudadano de la república porque, al convertir los judíos en cristianos, hacéis subir el precio del puerco.
Me será más fácil justificarme de esta acción ce4rca de la república que a vos explicar la redondez de la negra; la mora está encinta por obra vuestra, Launcelot.
Es, sin duda, mortificante que la mora esté fuera del cuenta; pero si no es en absoluto honrada, ¿qué tiene de extraño? Me sorprende que su virtud esté todavía tan viviente como lo está; hubiera creído en una virtud de mora
¡Qué fácil es a todos los imbéciles jugar con las palabras!
Creo que el más gracioso ornamento el espíritu será muy pronto el silencio, y que la palabra no será un mérito más que para los loros. Vamos, truhán, entra en casa y diles que hagan sus preparativos para la cena
¡Dios bondadoso! ¡Qué habilidad atrapador sois de equívocos! Vamos, id y decidles que preparen la cena.