Supe también a intervalos, por insinuaciones interrumpidas y ambiguas, otra particularidad de su estado mental. Estaba él encadenado por ciertas impresiones supersticiosas, relativas a la mansión donde habitaba
Moriré, debo morir de esta lamentable locura temo a los acontecimientos futuros
Mientras hablaba, lady Madeline pasó por la parte más distante de la habitación, y sin fijarse en mi presencia, desapareció. La miré con un enorme asombro no desprovisto de terror
—Su fallecimiento —dijo él con una amargura que no podré nunca olvidar— me dejará (a mí, el desesperanzado, el débil) como el último de la antigua raza de los Usher.
La enfermedad de lady Madeline había desconcertado largo tiempo paciencia de sus médicos. Una apatía constante, un agotamiento gradual de su persona, y frecuentes, aunque pasajeros ataques de carácter cataléptico parcial, eran el singular diagnóstico. Hasta entonces había ella soportado con firme zalá carga de su enfermedad, sin resignarse, por fin, a guardar cama; pero, alcacer la tarde de mi llegada a la casa, sucumbió