Melibea le pide a la virgen María y la Celestina la interrumpe.
Una flor conozco yo, llamada Calisto
Amor, una herida que da placer.
Si hay enfermedad, también medicina
Que dolor es este que se adueña de mi.
Sí es así, mal remedio tengo.
Esta noche, entre las puertas de tu casa, cuando den las doce.
Si no quieres dejarme morir, busca la manera de que lo vea presto.
Melibea se inclina ante ti, es más tuya que de si misma.
La celestina va a ver a Calisto para concertar una cita entre él y Melibea.
Que me dices gloria de mi alma, reposo de mis penas.
No digas tal cosa o estos mozos dirían que estas loca.
Madre mía, en lugar de manto y saya que te dije, toma esta cadena.
Si mientes, para corresponderme con buenas palabras, dime la verdad.
¿De que te haces luces? Págale el trabajo.
Si miento o digo la verdad, podrás saberlo yendo a su casa cuando den las doce.
Señor, Melibea se consume más por ti que tu por ella.
Dadme por muerto antes de que suene.
Siempre es más difícil de soportar la buena fortuna que la mala, porque en la prosperidad nunca estamos tranquilos mientras en la adversidad siempre buscamos algún consuelo.
¡Ah! Gracias por la cadenilla.
Una alcahueta acostumbrada a poner siete virgos por un par de monedas, que quieres que haga cuando se ve cargada de oro.
Los criados de Calisto, critican a Celestina cuando estos se van.
¿De dónde esas risas, Sempronio?
De las prisas de Celestina, no acababa de creerse que se llevaba la cadena y que se la habían dado de verdad.
Cadenilla, ha dicho la puta vieja, por mal que reparta no daría yo lo que me toca por medio marco de oro.