Más de treinta retoños sembrados en los cinco estados Centroamericanos, debieron la existencia al bizarro soldado que no conoció el miedo, y a quien sólo se pudo hacer el ligero reproche de inconstancia en el amor.
Elisa Delmar fue el fruto de una de esas momentáneas constancias en su inconstancia habitual.
Eres un asco, ¿Por qué te metiste con otra?
Eso es mentira, la única mujer que amos eres tú.
Berta Delmar, chiricana despierta y graciosa, vino a Costa Rica por asuntos de familia y no volvió a su país porque se encontró con Cañas en unas fiestas de Esparta y cuando debía volver, el nacimiento de Elisa se lo impidió en parte.
El señor Cañas es un gran hombre.
¿Verdad? Él solo tiene ojos para su esposa.
Supongo que mi esposo tenía razón, debería disculparme.
Lo raro en esa vida de continuas aventuras de amor ,que pocos hombres fueron más cariñosos, más amables y complacientes con su esposa legítima, que lo fue Cañas. Jamás salió de sus labios una palabra dura para su Lupita, la madre de sus legítimos hijos.
Lupita era adorada por su esposo y éste se excusaba y defendía con tal gracia en sus continuas infidelidades, que no era posible guardarle rencor.
Cañas siempre logró dejar en el ánimo de su Lupita la duda de la existencia de los hechos imputados al marido intachable en lo demás.