El ladrido de un perro negro que dormía en el camino lo vino a despertar, era como alma de diablo que mostraba sus dientes blancos mientras pasaban Lila, una vieja mula acanelada, y él montado sobre ella casi dormido en el sueño del amanecer eterno.De pronto se sintió caer en un profundo abismo, sintió volar hacia atrás, de espaldas por un segundo sin fin.
¡ShÍÍtT!, ¡chucho! Silencio. Atrás quedó la granja de los frailes y sus fieros guardianes caninos.
Doña Candelaria, mujer vieja y paciente como su esposo, llevó a vender miltomates verdes, gallinas amarillas y conejos blancos a la plaza de la ciudad.
¡Hoy no hay venta!, ¡aquí nadie vende más!
Los miserables no tienen derecho a ganarse la vida honradamente porque causan desorden y afean las horribles ciudades. Y causan enojos a los grandes estadistas idiotas, burgueses que creen ver todo y no ven nada.
Creo que llegare un poco mojado a casa
Al llegar a casa don encarnación y doña candelaria hablaron de lo que les paso a cada uno