El hombre, el escritor, solía trabajar hasta muy avanzada la noche. El cuento que intentaba crear Luis Lotman, que así se llamaba el escritor, trataba sobre un muerto que después de muchos años regresaba a la antigua casa en la que había vivido y donde lo habían asesinado. El muerto regresaba con un cometido: vengarse de quien lo había matado.
La casa del escritor era un antiquísimo caserón heredado de un tío muerto de un modo macabro hacía mucho; el cuerpo había sido encontrado en el sótano, sin la cabeza.
En cierto momento hizo una pausa y al alzar la vista se vio reflejado en el vidrio. La oscuridad exterior lo convertía en espejo, así que se vio a sí mismo con la cara iluminada. Se dio vuelta y vio la pared opuesta a la ventana su propia silueta, sin cabeza
Para dotar al cuento de detalles realistas, se le ocurrió describir su propia casa. Tomó un cuaderno, apagó el velador que estaba sobre la mesa y se dispuso a recorrer el caserón llevando una vela encendida.
Se dirigió al sótano. Pero, al girar, pateó involuntariamente el pie de un maniquí y, en su afán de tomarlo antes de que cayera, derribó una pila de cajones que le cerraron el paso.