Al salir de la venta, Don Quijote se dirige a su aldea para abastecerse de lo que el ventero le recomendó. En el camino, escucha gritos y llantos provenientes del bosque, por lo que se acerca y encuentra algo espantoso...
¡Por favor, pare!
¡Ayuda!
Gracias doy al cielo por tan pronto darme ocasiones donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesión. Estas voces , sin duda, son de algún menesteroso o menesterosa, que ha menester mi favor y ayuda.
No lo haré otra vez, señor mío, por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez;
y yo prometo de tener de aquí en adelante más cuidado con el hato.