Era un sábado en la tarde cuando sonó el timbre y, al abrir la puerta, me tropecé con un cartero que sostenía un sobre en la mano.
Respondí con Elvis detrás de mí gruñendo por la presencia de un desconocido en casa.
¿El señor Felipe Isaza, por favor?.
Ningún señor. soy yo
Escribi mi nombre en un recibo y cerré la puerta
Firme aquí, por favor.
Felipe Isaza
Cerré la puerta y me quedé mirando el paquete con curiosidad. lo abrí con cierto temblor en las manos, nervios, y reconocí la letra de mi padre en un par de hojas manuscritas.
Mi Felipìn del alma
Leí la carta con lo ojos arrasados en lágrimas por lo menos tres veces. Tenía sentimientos encontrados. Por un lado me daba rabia, no me parecía justo que descargara sobre mi, un niño, el peso de su sufrimiento actual. Si le hubiera ido bien y estuviera feliz y dichoso, ¿me habría escrito la misma carta? Quizás no.