Después de lo sucedido, empezaron a llegar los indios en grandes tropas, hablando entre todos, se reunieron al pie de la alcaldía.
El alcalde explicó en quechua a los ayllus, garantizándoles el turupukllay, la indiada se movilizó y se fueron por las cuatro esquinas a los barrios.
Los pasos de los guardias sonaron en el suelo, acercándose al cuartel.
Ya no hay nada, señor subprefecto. Así son estos cholos, arman su bullón y después desaparecen.
¿No le dije? ¡Si no conoceré yo a mi gente! ¡Todo es igual aquí! Mire ahora la plaza, mire el cielo, mire este corredor.
Después de lo sucedido tiene una conversación con el Sargento con el cual comparte las mismas opiniones, que le sugiere llamar a Don Pancho.
¡Buena idea, señor! Para rematar este día pesado.
¡Oiga, sargento! ¡Tráigame a ese Pancho Jiménez! Aquí tenemos un poco de pisco. Le haremos hablar a ese cholo. ¡A ver si pasamos un buen rato! ¿No le parece?
Con eso el Subprefecto hace traer a su despacho a don Pancho, con quien tiene una conversación muy accidentada
Según, señor subprefecto. ¡Cómo pues no va ser feo para usted! Usted es nacido en pueblo de la costa, así como también el señor sargento es arequipeño.
¿Por qué es tan feo su pueblo, don Pancho?
Al final lo suelta, advirtiéndole que no incitara a los indios, pues de lo contrario volvería a prisión. Cuando ya estaba Don Pancho retirándose, caminando en medio de la plaza...