Si he de hacer caso al sueño lisonjero, mis ensueños persigan buenas nuevas. Mi corazón alegre está en su trono, y todo el día, con extraño impulso, me alzan en vuelo alegres pensamientos.
He soñado que mi amor me encontraba muerto ¡qué extraño que los muertos sueñen! y sus besos me daban vida, y yo resucitaba y era emperador. ¡Oh qué dulce será el goce de amar si sus sombras ya dan tanta alegría!.
(Entra el criado de Romeo Baltasar)
Baltasar, ¿te ha dado alguna carta Fray Lorenzo?. ¿Cómo están mis señores... olvida las otras interrogantes, ¿cómo está mi Julieta?.
Lamento decirle que su espíritu está bien y viviendo con lo ángeles, pero su cuerpo esta dentro del sepulcro... Mis ojos vieron cómo la encerraban en la cripta, por eso acudí aquí, para contárselo personalmente.
(Sale Baltasar)
¡Blasfemia!. Baltasar, alquila unos caballos, parto hoy mismo.
Romeo Parte en busca del Boticario
Oh Julieta, ya mismo yaceré contigo... Me viene al pensamiento un boticario harapiento que vive de camino, con tanta misera presente me dije: Si alguien necesitase de un veneno cuyo comercio en Mantua fuera un crimen, este hambiriento lo vendería.
Entra el Boticario
Lo lamento amigo, vender drogas letales es ilegal en Mantua.
¡Amigo, ven acá!, puedo ver que eres pobre, acepta este monto de oro y dame a cambio la sustancia letal que libra del sufrimiento a las ovejas perdidas.
Ninguna ley te hará rico, olvida tu pobreza y acepta esto.
Sale Romeo
Ven conmigo licor: Te nesecitaré en la tumbra de Julieta.
Lo acepta la pobreza y no el deseo. Vierte esto en un liquido y tomadlo, os matará al instante.
Ahí tienes el oro, que es peor veneno y trae a este mundo perverso más muertes.