“Pa no cansalo con el cuento, así siguió hasta que nacieron las muchachitas estas. No le niego que a yo seme hizo cuesta arriba el velas tan canelas y tan gatas, pero dende entonces parece que hubieran traído labendición de Dios. La mestra me las quiere y les cuece la ropa, el político les da sus cincos, el cura me laspide pa paralas con naguas de puros linoses y antejuelas en el altar pal Corpus, y pa los días de la SemanaSanta las sacan en la procesión arrimadas al Nazareno y al Santo Sepulcro, pa la Nochebuena las mudan conmuy bonitos vestidos y las ponen en el portal junto a las Tres Divinas. Y todos los costos son de bolsa de losmantenedores, y siempre les dan su medio escudo, gu bien su papel de a peso, gu otra buena regalía.¡Bendito sea mi Dios que las jue a sacar pa su servicio de un tata tan feo como yo…! Lina hasta que estáculeca con sus chiquillas, y dionde que aguanta que no se las alabanceen. Ya ha tenido sus buenos pleitoscon curtidas del vecindario por las malvadas gatas.”
¿Idiái qué? ¿Pos no ve que jue por ber ispiao la mama el clis de sol por lo que son canelas? ¿Usté no sabíaeso?
—No lo sabía, y me sorprende que usted lo hubiera adivinado sin tener ninguna instrucción.
Bien, ¿pero idiái?
—Pa qué engañalo, don Magón. Yo no juí el que adevinó el busiles. ¿Usté conoce a un mestro italiano quehizo la torre de la iglesia de la villa? ¿Un hombre gato, pelo colorao, muy blanco y muy macizo que come encasa dende hace cuatro años?
Pos él jue el que me explicó la cosa del clis de sol.