Señor, os contaré lo que sucedió a un rey con un hombre que le dijo que sabía hacer oro.
Patronio, un hombre ha venido a verme y me ha dicho que puede proporcionarme muchas riquezas y gran honra, aunque para esto debería yo darle algún dinero para que comience su labor. Os ruego que me aconsejéis lo que debo hacer en este asunto.
Había un pícaro que era muy pobre y quería ser rico para salir de su pobreza. Aquel pícaro se enteró de que un rey era muy aficionado a la alquimia, para hacer oro. Tomó cien doblas de oro, las partió en trozos muy pequeños y los mezcló con otras cosas, creando unas bolas.
El pícaro se disfrazó con ropas de persona seria y respetable, cogió las bolas, las metió en una bolsa, se marchó a la ciudad donde vivía el rey y allí las vendió a un especiero, que le preguntó la utilidad de aquellas bolas. El pícaro respondió que servían para muchas cosas y, sobre todo, para hacer alquimia; después se las vendió por dos o tres doblas.