Indudablemente es un atrevimiento de la Iglesia Católica, y en general de los Cristianos,llamar Padre a Dios; los Judíos tienen tal respeto a Dios que ni siquiera se atreven a pronunciar lo que consideran su santo nombre.
Es necesario destacar que es Jesucristo, el hijo de Dios hecho hombre, quién nos enseñó esta trascendental oración cristiana, un día en el que un discípulo, al verle orar, le rogó: «Maestro, enséñanos a orar» (Lc 11, 1) (Mt 6, 9-13). (cf. CCIC 578).
Con respecto a la súplica: Santificado sea tu Nombre, es evidentemente innecesaria pues el nombre de Dios es santo, de acuerdo a lo que se dice en la Biblia.
Al pedir:“Santificado sea tu Nombre”, revelado a Moisés y después en Jesús, entramos enel plan de Dios, la santificación de su Nombre en nosotros y por nosotros, lomismo que en toda nación y en cada hombre.(CIC 2858).
Con relación a la plegaria dirigida hipotéticamentea Dios: Venga a nosotros su reino,estamos suponiendo que existe tal reinado, y que la humanidad estaría llamada apertenecer a ese reino después de la muerte; además estaríamos pidiendo moriren lugar de rogar por mantenernos con vida. ¡Que absurdo!
En esta segunda petición: “Venga a nosotros su reino” la Iglesia tiene a lavista el retorno de Cristo y la venida final del Reino de Dios, venida y reinoque Jesucristo nos lo ha revelado y prometido. También oramos por elcrecimiento del Reino de Dios en el “hoy” de nuestras vidas.(CIC 2859).