Poonam encendió siete velas delante del cuadro de Ganesh, el dios cabeza de elefante, su favorita entre 430 dioses que poblaban el cielo de su religión. El humo perfumado se elevó en espirales.
Solo entonces cerró sus párpados e inclinó la cabeza para orar. La luz jugó con la sombra de sus pestañas produciendo un curioso efecto, como de pequeñas arañas sobre mejillas.Una voz interrumpió sus plegarias: -Ah, aún estás aquí- dijo su madre, -Pensé que habías ido a visitar a tu padre en la prisión.
Ah, aún estás aquí, Pensé que habías ido a visitar a tu padre en la prisión.
Poonam volteó y se fijó en el lunar rojo que su mamá tenía dibujado entre las cejas. Parecía un tercer ojo que veía mucho más allá que los otros dos. -Hija, me alegra que visites a tu padre. Te lo agradezco mucho- continuó mientras trataba de sonreír, pero la tristeza convirtió esa sonrisa en una mueca.
Hija, me alegra que visites a tu padre. Te lo agradezco mucho.