Por tu muerte celebré el juramento cuando te puse delante de todos, para que pudieras luchar solo por los aqueos, con los troyanos. Mi mente lo sabe bien y mi corazón lo siente: llegará el día en que perecerá la sagrada Ilión, Príamo y su pueblo, armados de lanzas de fresno;
La flecha aguda no me hirió de muerte porque el cinturón tallado me protegía por fuera y la faja y placa forjadas por el bronceador por dentro.
¡Taltibio! Llama pronto á Macaón, el hijo del insigne médico Esculapio, para que reconozca al aguerrido Menelao, hijo de Atreo, á quien ha flechado un hábil arquero troyano ó licio; gloria para él y llanto para nosotros.
¡Los argivos, que sólo saben luchar con un arco, son gente calumniada! ¿Por qué os encuentro atónitos, como cervatillos que, habiendo corrido por un campo espacioso, se detienen cuando ya no les quedan fuerzas en el pecho? ¿Quizás estás esperando que los troyanos lleguen a la orilla donde se encuentran los barcos de hermosas popas, para ver si Saturno extiende su mano sobre ti?