Esta es la primera vez que salgo de Riohacha desde que pasé los últimos treinta años de mi vida cuidando a mi esposo antes de su muerte.
Señora Prudencia, le advierto que la fonda cerrará pronto. Por ello, es mejor que vaya a comer ahora a las siete.
Luego de haber sido llevada al hotel del quinto piso, el cual tenía un acuerdo con una fonda cercana, la señora Prudencia llora inconsolablemente en su habitación por unas horas, hasta ser llamada por la dueña para comer.
¡Finalmente puedo llorar!
He viajado desde Riohacha para conocer y confesarme con el Sumo Pontífice.
En la fonda, la señora Prudencia es atendida y conoce a un cura, a quien invita a un café. Durante este tiempo, tienen una conversación sobre Italia, y el sacerdote revela que el Santo Padre no confiesa a nadie, lo cual entristece a la señora.
Usted puede ver al Papa con mucha facilidad, pero no logrará confesarse con él.
Esa misma noche, la señora Prudencia regresa al hotel, donde encuentra a los hombres ingleses siendo evacuados en ambulancias, ya que se envenenaron con la sopa de ostras.
¡Todos murieron! Rezaré diecisiete rosarios por la pérdida de estas diecisiete vidas.