La mujer declaraba que, habiéndose arrodillado ante el altar y pedido a la Santísima Virgen que aliviase su miseria.
Por favor Virgencita, dame fuerzas para trabajar.
Al siguiente día, a las once de la mañana, los alguaciles la condujeron a Santo Domingo, en cuyo templo la estaban esperando el juez, el escribano y dos o tres padres graves del convento.
Llévensela a la cárcel de corte ínterin.
Una pobre mujer se encontraba ante el alcalde del crimen en graves apuros, pues su señoría, después de tomar la declaración dijo a sus alguaciles:
Empezó el alcalde por interrogar a la Virgen si era verdad o que aquella mujer declaraba. La Virgen se mantuvo seria, como si la cosa no fuera con ella.
Pregunte usía al Niño, señor juez; pregúntele usía.
Mentirosa
El juez, sin disimular una sonrisa de incredulidad, formuló la pregunta, y no había aún terminado de hacerla cuando el bellísimo Niño movió el pie y dejó caer el otro chapincito.
El juez, sin disimular una sonrisa de incredulidad, formuló la pregunta, y no había aún terminado de hacerla cuando el bellísimo Niño movió el pie y dejó caer el otro chapincito.