Lleno de miedo mi corazón está, mas este camino debo tomar.
Al ir por la cuesta, con distintas fieras se encuentra. Al evitar su avance, él al valle decide voltear.
Apiádate de mi, quienquiera que seas, sombra u hombre verdadero
Tras introducirse
Pero, ¿por qué te entregas de nuevo a tu aflicción? ¿Por qué no asciendes al delicioso monte, que es causa y principio de todo goce?
Poeta fui, y canté a aquel justo hijo de Anquises, que volvió de Troya después del incendio de la soberbia Ilión.
No soy ya hombre, pero lo he sido; mis padres fueron lombardos y ambos tuvieron a Mantua por patria. Nací sub Julio, aunque algo tarde, t vi Roma bajo el mando del buen Augusto en tiempo de los dioses falsos y engañosos.
Tú eres mi maestro y mi autor predilecto; tú solo eres aquél de quien he imitado el bello estilo que me ha dado tanto honor.
Mira esa fiera que me obliga a retroceder y líbrame de ella, famoso sabio, porque su presencia hace que mis venas se estremezcan y mi pulso lata con aceleración.
¿Eres, pues, tú aquel Virgilio, aquella fuente que derrama tan ancho raudal de elocuencia?
¡Ah!, ¡honor y antorcha de los demás poetas! Válganme para contigo el prolongado estudio y el gran amor con el que he leído y meditado en tu obra.
Ahora, creo que por tu bien deberías seguirme. Yo seré tu guía y te sacaré se aquí para llevarte a un lugar eterno.
Poeta, por ese Dios a quien no has conocido, te suplico que me hagas huir de este mal y de otro peor: condúceme adonde has dicho, para que yo vea la puerta de San Pedro y a los que, según dices, se hayan en tribulación.
Te conviene seguir otra ruta, si quieres huir de este lugar salvaje; porque esa fiera que tanto te espanta no deja pasar a nadie por su camino.