Donde se cuenta la famosa leyenda sobre el origen del juego del ajedrez, que Beremiz Samir, el Hombre que Calculaba, narra al Califa de Bagdad, Al-Motacén Billah, Emir de los Creyentes.
En la antigüedad vivió y reinó en la India un príncipe llamado Ladava, señor de la provincia de Taligana. Dicho monarca es señalado como uno de los soberanos más ricos y generosos de su tiempo. Sin embargo...
Hola, yo soy el monarca Lavada y vengo a contar mi historia; me vi obligado a empuñar la espada para rechazar, al frente de mi pequeño ejército, un ataque insólito y brutal de Varangul, príncipe de Calián.
Lucha que dejo perdidas humanas inmensas y yo poseía un talento militar no frecuente. Sereno ante la inminente invasión, elaboré un plan de batalla, y hábil y feliz logré vencer y aniquilar a los enemigos, cosa que me costó desgraciadamente duros sacrificios, en el combate perdí a mi hijo el príncipe Adjamir.
El rey después de eso impuso la rigurosa prohibición de celebrar el triunfo con las ruidosasmanifestaciones con las que solíamos celebrar nuestras victorias y se encerró en su circulo y aisló de todos y se sabia que se seguía atormentado con lo que había pasado en la guerra a la que se enfrentó.
El monarca se pasaba horas y horas trazando en una gran caja de arena las maniobras ejecutadas por sus tropas durante el asalto como si sintiera el íntimo gozo de revivir los momentos pasados en la angustia y la ansiedad.
Un día, al fin, el rey fue informado de que un joven brahmán -pobre y modesto- solicitaba audiencia, esta vez accedió a la petición y mandó que llevaran a su presencia al desconocido. Llegado a la gran sala del trono, el brahmán fue interpelado, conforme a las exigencias de ritual.
Mi nombre es Lahur Sessa y procedo de la aldea de Namir. Al rincón donde vivía llegó la noticia de que nuestro bondadoso señor pasaba sus días en medio de una profunda tristeza, amargado por la ausencia del hijo que le había sido arrebatado por la guerra. Pensé, pues, que convenía inventar un juego que pudiera distraerlo yabrir en su corazón alegrías. Ese es el humilde presente que vengo ahora a ofrecer a nuestro rey Ladava.
Lo que Sessa traía al rey Ladava era un gran tablero cuadrado dividido en sesenta y cuatro cuadros o casillas iguales. Sobre este tablero se colocaban, no arbitrariamente, dos series de piezas que se distinguían una de otra por sus colores blanco y negro. Se repetían simétricamente las formas ingeniosas de las figuras y había reglas curiosas para moverlas de diversas maneras.
Cada jugador dispone de ocho piezas pequeñas: los "peones". Representan la infantería que se dispone a avanzar hacia el enemigo para desbaratarlo. Secundando la acción de los peones, vienen los "elefantes de guerra", representados por piezas mayores y más poderosos. La "caballería", indispensable en el combate, aparece igualmente en el juego simbolizada por dos piezas que pueden saltar como dos corceles sobre las otras., se incluyen los dos "visires" del rey, que son dos guerreros llenos de nobleza y prestigio. Otra pieza, dotada de amplios movimientos, más eficiente y poderosa que las demás, representará el espíritu de nacionalidad del pueblo y se llamará la "reina". Completa la colección una pieza que aislada vale poco pero que es muy fuerte cuando está amparada por las otras. Es el "rey".
En un momento dado Sessa observó el rey, con gran sorpresa, que la posición de las piezas, tras las combinaciones resultantes de los diversos lances, parecía reproducir exactamente la batalla de Dacsina, pero con la diferencia de que ahora no sacrificaba al visir y le hizo entender al monarca que el sacrificio del príncipe había sido necesario para ganar la batalla y resultara la paz y la libertad de un pueblo. El rey muy agradecido por el regalo decidió recompensarle al joven.