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Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir
el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de
ánimo débil, todo lamentable; sus ropas, viejas.
El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo
saludó en el corredor de la residencia...