Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el avemaría, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo.
Creo que es perro- ladra!
¡Ponte en cuatro patas!, ¡Trota de costado como perro!
El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía el cuerpo.
AJAJAJAJAJAJAJAJAAREGRESA!
El hombrecito no podía ladrar.
¡Alza las orejas ahora,vizcacha! ¡Vizcacha eres!
El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.
Recemos el avemaria
El pongo volvía, de costadito. Llegaba fatigado.
En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda.
¡VETE, PANCITA!
Mandaba el señor al cansado hombrecito.
Decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila. El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía