“Por fin te has despertado Lázaro… ¿Qué tal, te sientes mejor?
Mucho mejor señor, gracias por preocuparse.
Me alegro, ¿te acuerdas lo que pasó antes que te desmayaras?
La verdad es que no, señor, se me ha olvidado todo.
Bueno, te lo voy a contar… ¿Recuerdas la culebra que los dos estábamos buscando?
Ahora sí que me acuerdo… La culebra que robaba los panecillos del arcón... ¡No me diga que halogrado encontrarla!
Por supuesto Lázaro, siempre logro en lo que intento, tendrías que saberlo tras tantos meses a mi servicio.
Lo sé, mi señor, y me diga… ¿Dónde está ahora la ladrona?
Justo delante de mí.
Pero señor, no la veo.
Espérame un momentito, vuelvo enseguida.
¡Mira en el espejo y verás la culebra que seguía robando panecillos de mi arcón!
Puedo explicar… Nunca he querido quitarle el pan, pero me estaba muriendo de hambre y no podía solucionarlo de otra manera.
¡Tras todo lo que he hecho por ti, maldito criado, te has atrevido a hacerme esto!
Lo siento señor, pero no tenía otras opciones.
¿Cómo qué no? Podías pedirme que te diese más comida.
Pero nunca me ha dado más que unas pocas cebollas; además no paraba de acordarme que era el criado más afortunado del mundo. Si me hubiera atrevido a pedirle algo de comida, se habría burlado de mí.
¡No digas tonterías, ojalá te hubiera dejado en la calle a pedirl imosna!… Ahora tendría todavía mis panecillos guardados dentro del arcón.
¡Ojalá hubiera seguido pidiendo limosna… Seguramente habría comido más que con usted!
¡Vete y nunca regreses!
No se preocupe señor, no hay ningún peligro de que vuelva.
Dios, por favor, dame la fuerza para que pueda rezar para ese pecador y ayúdale a encontrar el camino de vuelta.