¡Venga, tortuga, más deprisa, que me aburro! Aquí te espero
Finalmente, la tortuga alcanzó a la liebre y ésta volvió a dar unos cuantos saltos para situarse unos metros más adelante. De nuevo esperó a la tortuga, quien tardó varios minutos en llegar hasta donde estaba ya que por mucha prisa que se daba no podía andar muy rápido.
Te lo dije, tortuga! Es imposible que un ser tan lento como tú pueda competir con un animal tan ágil como yo. Te ganaré y lo sabes.
A pocos metros de la meta, la liebre se sentó bajo un árbol y de tan aburrida que estaba se quedó dormida. Dando pasitos cortos pero seguros, la tortuga llegó hasta donde estaba y siguió su camino hacia la meta.
Cuando la tortuga estaba a punto de cruzar la línea de meta, la liebre se despertó y echó a correr lo más rápido que pudo, pero ya no había nada que hacer. Vio con asombro e impotencia cómo la tortuga se alzaba con la victoria mientras era ovacionada por todos los animales del campo.