Finalmente, mi mamá volvió a su trabajo en el periódico, después de ir a las pláticas de mi tía Rosario. A diferencia de ella, mi papá siguió triste y desmotivado. Siempre estaba en la casa.
A veces se animaba y le compraba regalos a Lucero, pero ella nunca los aceptaba.
Yo no soy Alelita, a mi no me tlaes legalos. No es pala mí.
Cuando tenía dieciocho, conocí a Roberto. Él había entrado a trabajar en el periódico con mi mamá. Ambos nos atraíamos, así que un día lo invitamos a cenar.
¿Cómo se encuentra Adela?
Me pasé la tarde llenando la casa de flores. Le dijimos a Lucero que no preguntara por su calvicie, pero no pudo contenerse. Sorpresivamente, se terminaron llevando muy bien.
¡Lucero!
Mi abuelito Jolge tambén etá pelón polque él dice que...
Mi papá y Roberto se llevaron muy bien, pues los dos venían de Veracruz. Siempre que él traía su guitarra, los dos cantaban toda la tarde.
¡Veracruz!...
Recuerdo el día en el que Roberto me pidió que me casara con él. Yo dije que sí. Lucero no dejaba de preguntar si tendríamos hijos.
Primero nos vamos a casar, si es que Adela está de acuerdo.