La demanda por los centros educativos creció sobre todo hacia la década de los sesenta provocando impacto paralelo en matrícula escolar de los niveles medios y superior, aunque el gobierno duplicó el gasto educativo en los primeros cinco años de la década solo 2% de la población tenía acceso a la educación.
En la capital del país comenzaban a surgir los servicios por peseros, que daban el cobro de un peso en la avenida más importante de la Ciudad. A los taxis se les llamaba cocodrilos y cotorras.
La entrada de México a la Segunda Guerra Mundial militarmente fue simbólica, pero políticamente importante, porque México quedó del lado de los vencedores y con una positiva relación con Estados Unidos. Durante los años de la guerra en el país se respiraba un ambiente de optimismo y euforia.
Al periodo comprendido entre el inicio del gobierno de Manuel Ávila Camacho y el final de la administración de Gustavo Díaz Ordaz algunos historiadores le denominan posrevolución. Durante ese periodo, la vida mexicana se caracterizó por: ausencia de cambio sociales profundos producto del impulso revolucionario; por la notable estabilidad del proceso político centrado en la presidencia fuerte y de un partido único.
En esos treinta años la economía creció a un ritmo muy superior a la población, el nivel de vida aumentó y la urbanización imprimió un carácter indeleble a la nueva sociedad, al final del periodo, la sociedad mexicana fue más urbana que rural.
En términos económico la guerra aceleró el proceso de industrialización y aportó el motivo ideológico: demandar de todos los actores políticos, sindicatos, organizaciones campesinas y empresariales, ejercito, medios de comunicación e iglesia, unidad en torno a la presidencia y cese de enfrentamientos del cardenismo. La industrialización llevó al gobierno a convertirse en un gran inversor en infraestructura-petróleo, electricidad, carreteras, ferrocarriles y puertos, a la vez que la de crear un amplio sistema de servicios y seguridad social e impulsor de la cultura