¡Silencio todos! Oigamos en derecho a las dos partes. Que hable el primero.
¡Justicia, señor corregidor!
Se las comió el faisán, a este el jabalí y este echó a correr cuando abrí el horno.
Soy cazador y esta mañana cacé un jabalí y un faisán y lo llevé al horno público de este con ciruelas. Tres horas después ¿sabe con qué cuento sale el muy bribón?
San Mateo 9:25 y San Juan 11:43
Nada es imposible para Dios.
Calma, la ira es mala. ¿Puede negar que un faisán coma ciruelas, que un jabalí coma faisanes y que tire al monte?
No, pero el jabalí estaba bien muerto.
¿Cuándo se ha visto mayor desvergüenza? Para mandarlo al garrote de cabeza.
Anoto
Juan Blas no puede hacer milagros y la carne al horno está muerta para siempre
¿Cómo que no importan? ¡Anote, secretario!
¿Qué importa ahora San Juan y San Mateo?
Puede ir en paz. Le perdono.
Anoté. El deponente desprecia el mandamiento de no matar al ser cazador. Manfiesta dudas del dogma de la Resurrección.
¡Insensato! ¿Negarás la resurrección de la carne? ¿Anotó? Lea el folio
¡Misericordia señor! Me retracto de todo lo dicho. ¡Mea culpa!
Suficiente. Lo siento hijo. Esta herejía no tiene más remedio que someterla a la Santa Inquisición.