Luvina
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- LuvinaJuan Rulfo
- De los cerros altos del sur, el de Luvina es el más alto y el más pedregoso. Está plagado de esa piedra gris con la que hacen la cal, pero en Luvina no hacen cal con ella ni le sacan ningún provecho...
- Dicen los de Luvina que de aquellas barrancas suben los sueños; pero yo lo único que vi subir fue el viento, en tremolina.
- Ya mirará usted ese viento que sopla sobre Luvina. Es pardo. Dicen que porque arrastra arena de volcán; pero lo cierto es que es un aire negro. Ya lo verá usted.
- El hombre aquel que hablaba se quedó callado un rato, mirando hacia afuera.
- Por cualquier lado que lo mire, Luvina es un lugar muy triste. Usted que va para allá se dará cuenta. Yo diría que es el lugar donde anida la tristeza.
- Allá viví. Allá dejé la vida… Fui a ese lugar con mis ilusiones cabales y volví viejo y acabado.
- “Pues sí, como le estaba yo diciendo…”
- La verdad es que no lo sé. Nadie lleva la cuenta de las horas ni a nadie le preocupa cómo van amontonándose los años.
- En Luvina sólo viven los puros viejos, los que todavía no han nacido, Y mujeres sin fuerzas
- Me parece que usted me preguntó cuántos años estuve en Luvina, ¿verdad…?
- “San Juan Luvina. Me sonaba a nombre de cielo aquel nombre. Pero aquello es el purgatorio. en cuanto uno se acostumbra al vendaval que allí sopla, no se oye sino el silencio que hay en todas las soledades. Y eso acaba con uno. Míreme a mí. Conmigo acabó…
- ‘¡Vámonos de aquí! El Gobierno nos ayudará.’ Pelaron los dientes molenques y me dijeron que no, que el Gobierno no tenía madre.
- Los viejos aguardan por ellos y por el día de la muerte, Un día traté de convencerlos de que se fueran a otro lugar.
- El hombre que miraba a los comejenes se recostó sobre la mesa y se quedó dormido.
- Pero no dijo nada. Se quedó mirando un punto fijo sobre la mesa donde los comejenes ya sin sus alas rondaban como gusanitos desnudos.
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