El hombre se detuvo frente a la vidriera, pero su atención no fue atraída por el alegre maniquí sino por su propio aspecto reflejado en los cristales. Se ajustó la corbata, se acomodó el gacho. De pronto vio la imagen de la mujer junto a la suya.
No sabía que los hombres fueran tan presumidos
-Hola, Matilde
-Me encontró por casualidad. Yo no hago más este camino. Ahora suelo bajarme en Convención. más este camino. Ahora suelo bajarme en Convención
Pero a esta hora usted tendría que estar trabajando
Tendría. Pero salí en comisión.
estaba casi seguro de que usted pasaría por aquí.
Se alejaron de la vidriera y caminaron juntos.
Al llegar a la esquina, esperaron la luz verde.Después cruzaron.
Pídamelo. Claro que… no sé si está bien
si
-¿Le pido entonces que almuerce conmigo? ¿O también esta vez se va a negar
.¿Dispone de un rato?
Él no contestó. Tomaron por Colonia y se detuvieron frente a un restorán. Ella examinó la lista, con más atención de la que merecía.
Aquí se come bien.
entraron. En el fondo había una mesa libre. Él la ayudó a quitarse el abrigo. Después de examinarlos durante unos minutos, el mozo se acercó. Pidieron jamón cocido y que marcharan dos churrascos. Con papas fritas.
-Pavadas. Eso de que es casado y qué sé yo.
Ah.
¿Qué quiso decir con que no sabe si está bien?
Nunca. Es tan difícil. Sin embargo, nos hemos dicho muchas veces las mismas cosas
¿No le parece que sería el momento de hablar de otras? ¿O de las mismas, pero sin engañarnos?
-Nunca hemos conversado francamente. Usted y yo
-¿Amiga de su mujer?
Pasó una mujer hacia el fondo y saludó. Él se mordió los labios.
No. A su mujer.
-Quisiera conocerla
Me gustaría que lo rezongaran.
-¿A quién? ¿A esa que pasó?
si
Él sonrió. Por primera vez, los músculos de la cara se le aflojaron.
-No sea hipócrita. Yo sé cómo soy.
Yo también sé cómo es.
-Amanda es buena. No tan linda como usted, claro
Él mozo trajo el jamón. Miró a ambos inquiridoramente y acarició la servilleta. y el mozo se alejó
Gracias
Debía haberme lavado. Mire qué mugre…
-¿Cómo es estar casado?
Él tosió sin ganas, pero no dijo nada. Entonces ella se miró las manos.
cof, cof
La mano de él se movió sobre el mantel hasta posarse sobre la mancha.
-Ya no se ve más.
Siempre pensé que con usted me sentiría cómoda , que podría hablar sencillamente, sin darle una imagen falsa, una especie de foto retocada.
Ella se dedicó a mirar el plato y él entonces retiró la mano
-Y a otras personas, ¿les da esa imagen falsa?
-Supongo que sí.
-Supongo que sí.
Él se quedó con el tenedor a medio camino. Luego mordió el trocito de jamón
-Bueno, esto me favorece, ¿verdad?
-¿Para qué?
Ella no dijo nada
-Dice «¿para qué?» como si sólo dijera «¿por qué?», con el mismo tonito de inocencia.
-Prefiero la foto sin retoques.
¿Y eso importa?
Puede importar.
-Bueno, para verla. Con esos retoques ya no sería usted.
El mozo llevó los platos, demorándose. El pidió agua mineral.
La quiere
¿Con limón?
-¿eh? ¿A Amanda?
Bueno, con limón.
-No sea vulgar. ¿Qué tienen que ver los años?
-Es. Pero no significa un punto en contra, como usted piensa.
Bueno, parece que usted también cree que los años convierten el amor en costumbre.
-¿Y no es así?
Si.-Naturalmente. Son nueve años.
Él sonrió sobre el pan con manteca
-¿Qué sabe usted de lo que yo pienso? Los hombres siempre se creen psicólogos, siempre están descubriendo complejo
Ella se sirvió agua mineral. Después le sirvió a él.
Ella se pasó la servilleta por los labios que tenía limpios.
-No es un punto en contra -dijo- porque el hábito también tiene su fuerza. Es muy importantepara un hombre que la mujer le planche las camisas como a él le gustan, o no le eche al arroz más salde la que conviene, o no se ponga guaranga a media noche, justamente cuando uno la precisa.
-En cambio a usted le gusta ponerse guarango al mediodía
Él optó por reírse. El mozo se acercó con los churrascos, recomendó que hicieran un tajito en la carne a ver si estaba cruda, hizo un comentario sobre las papas fritas y se retiró con una mueca que hacía quince años había sido sonrisa
-¿Nada menos?
-¡Oh!
-Fíjese un poco. Si uno no es un idiota, se da cuenta de que la costumbre conyugal lava de a pocoel interés
-Vamos, no se enoje -dijo él-. Quise explicarle que el hábito vale por sí mismo, pero también influye en la conciencia.
-¿Y eso está mal?
-¿Cómo? ¿Y la famosa conciencia?
-Realmente, no lo sé.
-Que uno va tomando las cosas con cierta desaprensión, que la novedad desaparece, en fin, que el amor se va encasillando cada vez más en fechas, en gestos, en horarios
Bueno, le prometo mirar las papas fritas
-Ah, sí. A eso iba. Lo que pasa es que usted me mira y me distrae
Ella dejó de comer y depositó cuidadosamente los cubiertos sobre el plato.
Yo, por ejemplo.
-No me interprete mal -dijo él-. La esposa es algo conocido, rigurosamente conocido. No hay aventura, ¿entiende? Otra mujer..
-Otra mujer, aunque más adelante esté condenada a caer en el hábito, tiene por ahora la ventajade la novedad. Uno vuelve a esperar con ansia cierta hora del día, cierta puerta que se abre, ciertoómnibus que llega, cierto almuerzo en el Centro. Bah, uno vuelve a sentirse joven, y eso, de vez encuando, es necesario
-¿Y la conciencia?
Dos natillas a la española
-La conciencia aparece el día menos pensado, cuando uno va a abrir la puerta de calle o cuandose está afeitando y se mira distraídamente en el espejo. No sé si me entiende. Primero se tiene unaidea de cómo será la felicidad, pero después se van aceptando correcciones a esa idea, y sólo cuandoha hecho todas las correcciones posibles, uno se da cuenta de que se ha estado haciendo trampas.
¿Algún postrecito?
Él no protestó. Esperó que el mozo se alejara, para seguirhablando
Ella abrió la cartera, sacó el espejito y se arregló el pelo
-Es igual a esos tipos que hacen solitarios y se estafan a sí mismos
-¿Quiere que le diga qué impresión me causa su discurso?
-Bueno.
-Esa misma comparación me la hizo el verano pasado, en La Floresta. Pero entonces la aplicaba a otra cosa
-Me parece un poco ridículo, ¿sabe?
-Mire, no sería ridículo si usted se lo dijera a sí mismo. Pero no olvide que me lo está diciendo a mi
-Es ridículo. De eso estoy seguro.
Usted siempre lo supo, desde el comienzo.
Mire. Vamos a no andar con rodeos. Usted sabe que me gusta mucho
El mozo depositó sobre la mesa las natillas a la española. Él pidió la cuenta con un gesto
-¿Qué es esto? ¿Una declaración? ¿Un armisticio?
-Que está en condiciones de conseguirlo todo.
Ah sí… ¿y quién es todo? ¿Usted
-Está bien, pero, ¿qué es lo que supe?
El mozo se acercó con la cuenta y fue dejando el vuelto sobre el platillo, sin perderse ni un gesto, sin descuidar ni una sola mirada. Recogió la propina, dijo «gracias» y se alejó caminando hacia atrás.
Él se encogió de hombros, movió los labios pero no dijo nada, después resopló más que suspiró, ya giró un billete con la mano izquierda.
No se preocupe -dijo, después de un silencio, y retiró la mano-. Por lo visto usted lo sabe todo. Se puso de pie y él la ayudó a ponerse el abrigo. Cuando salían, el mozo hizo una ceremoniosa inclinación de cabeza. Él la acompañó hasta la esquina. Durante un rato estuvieron callados. Pero antes de subir al ómnibus, ella sonrió con los labios apretados, y dijo: «Gracias por la comida. »
Ella fue moviendo la mano manchada hasta posarla tranquilamente sobre la de él. Lo miró fijo, como si quisiera traspasarlo
-Estoy seguro de que usted no lo va a hacer pero si ahora me dijera «venga», yo si quería. Usted no lo va a hacer, porque lógicamente no quiere cargar con el peso muerto de mi conciencia, y además, porque si lo hiciera no sería lo que yo pienso que es
Después se fue.FIN
-Quería decir que, en el fondo, uno tiene noticias de esa mecanización, de ese automatismo. Uno sabe que una mujer como usted, una mujer que es otra vez lo nuevo, tiene sobre la esposa una ventaja en cierto modo desleal.
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