Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia.
Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas,viejas.
Humillándose, el pongo no contestó. Atemorizado, con los ojos helados, sequedó de pie.
Por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas manos que parece que no son nada.
Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas, viejas.
El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien.
Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza
Humillándose, el pongo no contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie.
Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando yaestaba hincado, le daba golpes suaves en la cara.
Ave María
¿Y tu?
Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina
No, padrecito mío.Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo:Ahora ¡lámanse el uno alotro! Despacio, por mucho tiempo»
El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. «Sí, papacito; sí, mamacita», era cuanto solía decir.
Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos