Eran tiempos de cuaresma en Buenos Aires, cuando un aterrador diluvio azotaba la pequeña ciudad.
¡Ay de vosotros pecadores!
!Es el día del juicio!
Las plagas que caen sobre nosotros son consecuencias de las aberraciones de los Unitarios!
Por causa de la inundación estuvo quince días el matadero de la Convalecencia sin ver una sola cabeza vacuna, y que en uno odos, todos los bueyes de quinteros y aguateros se consumieron en el abasto de la ciudad.
El decimosexto día de la carestía víspera del día de Dolores, entró a nado por el paso de Burgos al matadero del Alto una tropa de cincuenta novillos gordos; poca cosa por cierto para una población acostumbrada a consumir diariamente de 250 a 300.
!Viva el Restaurador !
El animal acosado por los gritos y sobre todo por dos picanas agudas que le espoleaban la cola, sintiendo flojo el lazo,arremetió bufando a la puerta, lanzando a entrambos lados una rojiza mirada.
!Con la fuerza del lazo le cortó la cabeza al niño!
!logró escapar!
El toro entre tanto tomó hacia la ciudad. El animal después de haber corrido unas 20 cuadras en distintas direcciones asorando con su presencia a todo viviente se metió por la tranquera de una quinta donde halló su perdición.
!Pensó, que se iba a escapar !!Ha llegado la hora para este animal !
Verificaron la orden; echaron llave a la puerta y en un momento se escurrió la chusma en pos del caballo del Juez cabizbajo y taciturno.
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