BARTOLO.- Hombre, yo no sé otra manera de hablar. Pues me parece que bien claro me explico. GINÉS.- ¡Un sujeto como usted ha de ocuparse en ejercicios tan groseros! ¡Un hombre tan sabio! ¡Tan insigne médico! ¿No ha de comunicar al mundo los talentos de que le ha dotado la naturaleza? BARTOLO.- ¿Quién, yo? GINÉS.- Usted, no hay que negarlo.
BARTOLO.- Vengan ustedes como vengan, yo no soy médico, ni lo he pensado jamás. LUCAS.- Al cabo me parece que será necesario... (Mirando a GINÉS.) ¿Eh? GINÉS.- Yo creo que sí. LUCAS.- En fin, amigo don Bartolo, no es ya tiempo de disimular. GINÉS.- Mire usted que se lo decimos por su bien. LUCAS.- Confiese usted, con mil demonios, que es médico y acabemos.
LUCAS.- Éste. (Danle de palos; cogiéndole siempre las vueltas, para que no se escape.) BARTOLO.- ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!... Basta, que yo soy médico, y todo lo que ustedes quieran. GINÉS.- Pues, bien, ¿para qué nos obliga usted a esta violencia? BARTOLO.- El trabajo es para mí que los llevo... Pero, señores, vamos claros. ¿Qué es esto? ¿Es una humorada, o están ustedes locos?
BARTOLO.- No señor, no lo soy. Ya está dicho. GINÉS.- ¿Conque no es usted médico?... Lucas. LUCAS.- ¿Conque no? ¿Eh? BARTOLO.- ¡Ay!, ¡ay! ¡Pobre de mí! Sí que soy médico. Sí señor. LUCAS.- ¿De veras? BARTOLO.- Sí señor, y cirujano de estuche, y saludador, y albéitar, y sepulturero, y todo cuanto hay que ser.
Lucas-Le llevaran palmitas BARTOLO.- ¿Me traerán en palmitas? LUCAS.- Sí señor, y acabada la curación le darán a usted que sé yo cuánto dinero. BARTOLO.- Pues, señor, vamos allá. ¿En palmitas, y qué sé yo cuánto dinero?... Vamos allá. GINÉS.- Recógele todos esos muebles, y vamos. BARTOLO.- No, poco a poco.
BARTOLO.- No importa, venga... Me darán bien de comer y de beber. Pulsaré, la recetaré algo... La mato seguramente... Si no quiero ser médico me volverán a sacudir el bulto, y si lo soy, me le sacudirán también... Pero, díganme ustedes. ¿Les parece que este traje rústico será propio de un hombre tan sapientísimo como yo?GINÉS.- No hay que afligirse. Antes de presentarle a usted, le vestiremos con mucha decencia.BARTOLO.- (Aparte.) Si a lo menos pudiese acordarme de aquellos textos, de aquellas palabrotas que les decía ni amo a los enfermos..., saldría del apuro.