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- A la mañana siguiente, Lorena se despertó como de costumbre a preparar el desayuno para María. Hasta que unos gritos escandalosos la alertaron. Era su hija, llorando del dolor porque las vistas le ardían, pues se había pasado toda la noche jugando y sus ojos se irritaron tanto que el dolor no la dejaba en paz.
- ¿Qué te pasó María? ¿Por qué lloras?
- ¡YA VES! Yo te dije que no te quedarás hasta tan tarde y fuiste necia.
- Me arden mucho mis ojos mamá, no aguanto, me arden demasiado
- Lorena llevó a su hija a acostarse para echarle unas gotas en sus ojos y mientras le hablaba, le decía que eso le pasó por su propia culpa al no ser obediente. María arrepentida y avergonzada y adolorida, le prometió a su mamá que no volvería a desobedecer, pues era doloroso el ardor en sus ojos, Esa situación hizo entender a María el valor de la obediencia.
- Por eso yo te dije que te dejaras temprano ese computador y fuiste desobediente.
- Si mamá, perdóname, no vuelvo a desobedecer, te lo prometo, no lo vuelvo a hacer.
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