Padre mío, señor mío, corazón mío. Soñé anoche que habíamos muerto juntos
¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio
Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos ante nuestro gran Padre San Francisco. Él nos examinaba.
¿Y entonces?
Después, nuestro Padre dijo :De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. Y que lo acompañe otro ángel pequeño. Que traiga una copa de oro llena de miel.
¿Y luego?
Pronto llegó un ángel y nuestro Padre le dijo: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; Y así el ángel cubrió tu cuerpo con miel. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo.
¿Y a ti?
¿Ahí terminó todo?
Después, San Francisco ordenó al ángel más viejo, que cubriera el cuerpo del pongo con excremento y así lo hizo.
Si que merecía ser bañado en miel, porque yo soy quien mando aquí
Cuando estuvimos ante nuestro padre San Francisco, nos miró por un largo tiempo. Y luego dijo: Todo con ustedes ya está hecho. Ahora ¡Lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo. El viejo ángel rejuveneció en ese momento. Y se le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.