Di por casualidad con el quinto amo, un buldero. Era el más desenvuelto y el mejor vendedor de bulas que jamás vi ni espero ver, ni creo que nadie vio, porque empleaba maneras astutas y sutiles engaños.
¡Ciudadanos del pueblo! Os predicaré las siguientes bulas con gran orgullo.
A ver como será este amo... espero que me trate bien.
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Nada más entrar al pueblo, donde tenía que predicar la bula, primero le regalaba a los clérigos o curas algunas cosillas de poco valor, así procuraba tenerlos de su parte, para que favoreciesen su negocio y llamasen a los feligreses a comprar la bula.
¡Oh, muchas gracias señor! ¡Que Dios le bendiga
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3 días después...
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En el pueblo de Sagra de Toledo había predicado tras días, haciendo sus acostumbradas diligencias, pero no le habían comprado ni una bula por lo que inentaron buscar una solución, pero no sabían lo que les esperaba esa noche...
Se me ha ocurrido convocar al pueblo mañana por la mañana con el fin de despedir la bula.
Señor, ¿qué haremos para que nos compren bulas?
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Esa misma noche, mi amo hizo una apuesta con el alguacil del barrio.
Hagamos una apuesta...
A ver, cúentame
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Pero, ¡¿qué dice usted?! ¡Eres un falsario descarado que solo piensa en sí mismo
¿¡CÓMO ME HA LLAMADO?!...
Y así fue como mi quinto amo y el alguacil se pelearon por una estupidez de apuesta.
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Si en la moneda sale cruz, te quedas con mi postre, si sale cara, yo me quedo con el tuyo y también con...
Yo, ¿un falsario? Pero si usted más que alguacil es más ladrón que todos los prisioneros que hay en una mazmorra