¡Grado a ti, Señor, Padre que estás en alto! ¡Esto me an buelto mios enemigos malos!
Usted, Rodrigo Díaz de Vivar, queda desterrado de Castilla.
A Dios os encomiendo, nuestro Padre espiritual,ahora nos separamos, ¡Dios sabe el ajuntar!
Noooo
¡Siempre os llevaré conmigo!
No te vallas!!
El Cid, acusado por unos nobles envidiosos, es desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI.
¡Atacadlos, caballeros, por amor del Criador!
El Cid acude a San Pedro de Cardeña, en Burgos, para despedirse de su mujer, doña Jimena, y de sus hijas, Elvira y Sol.
¡El que en buena hora nació!
Llorando de los ojos con un dolor tan grande, así se separan como la uña de la carne.
Así crece la honra del que en buen hora nació,cuando señoras son sus hijas de Navarra y de Aragón. Hoy los reyes de España sus parientes son.A todos alcanza honra por el que en buena nació.
El Campeador va alcanzando fama por los pueblos por los que pasa, gracias a su victoria en la batalla de Alcocer.
Tras sus sucesivas victorias, el Cid recupera su honra al volver a Castilla.
El cantar acaba con la grandeza del Cid, ya que sus hijas fueron finalmente casadas con los herederos a la corona de Navarra y Aragón.