Sin embargo, quiso el destino que el pastor Aristeo también se enamorara de Eurídice, y que un día en que esta paseaba por sus campos, el pastor olvidara todo respeto atacándola para besarla. La ninfa corrió para escaparse, con tan mala fortuna que en la carrera una serpiente venenosa mordió su pie, haciendo que cayera muerta sobre la hierba.
AHHH!
Una vez tomada la decisión de partir tuvo que enfrentarse al guardián de las puertas de los infiernos, Cancerbero, quien no pudo resistirse a la música de Orfeo. Cuando la música llegó a oídos de Hades, este se detuvo a escucharle y las torturas en el infierno se interrumpieron, logrando que todos sus habitantes tuvieran un momento de paz durante la visita de Orfeo.
El viaje fue difícil, lleno de penurias. Eurídice seguía herida y débil, el frío se colaba en sus huesos, y los tropiezos eran cada vez más frecuentes. A punto ya de llegar a la salida, Eurídice dejó escapar un suspiro aliviada, y Orfeo olvidó la orden de Hades y miró hacia atrás por un instante. Entonces su amada empezó a desvanecerse