Acordaron que, si alguno moría antes de que el joven regresara, el muerto se le aparecería al vivo.
Mantenía frecuente correspondencia con él y sus días más radiantes de todo el año eran aquellos en que llegaban cartas de la India.
Había una joven señorita suiza que, junto con su único hermano, se había quedado huérfana de pequeña. A su hermano y a ella los crió una tía.
¡Es una promesa!
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Un frío día de invierno, se hallaba en su cuarto de arriba haciendo labor ante un gran fuego resplandeciente.
Yo igual.
Los niños, al pasar así tanto tiempo juntos, se tenían mucho cariño.
Al poco tiempo el hermano se marchó.
Te quiero mucho
Se encontraba muy ocupada, pero de pronto, por algún impulso extraño, levantó la cabeza y miró a su alrededor. La puerta estaba entreabierta, y cerca de la gran cama antigua había alguien que enseguida ella reconoció que era su hermano.
Al poco ella se casó con un caballero escocés, y dejó su hogar para convertirse en la luz y belleza de él.
A los veintidós años el joven obtuvo un puesto en la India, y se acercaba el terrible día en que habrían de separarse.
Entiendo..
Me tengo que ir. .
En el siguiente correo de la India llegó una carta en la que la informaban de que su hermano había muerto el mismo día, y a la misma hora, en que él se le había aparecido en su cuarto
Se levantó rápidamente con un grito de felicidad y corrió hacia él exclamando
Pero, Henry, ¡cómo me has podido dar esta sorpresa! ¡No me habías dicho que ibas avenir!
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Sin embargo, él, muy apenado, le hizo una seña con la mano para que no se le acercara, con lo que ella se quedó clavada en el suelo. Entonces su hermano avanzó un paso y le dijo en voz baja y suave:
F I N.
¿Recuerdas nuestro trato? He venido a cumplirlo
Y, aproximándose más, le puso una mano en la muñeca. La tenía helada, y el contacto la hizo estremecerse. Su hermano sonrió, una sonrisa débil y triste, y moviendo de nuevo la mano para despedirse, dio media vuelta y salió de la habitación.