Así, se fue a Edimburgo, donde no tenía trabajo ni ingresos fijos; de hecho, vivía gracias a los recursos otorgados por la beneficencia, que apenas le permitían darle los cuidados necesarios a su hija. La situación era tan terrible que, en algún momento, recibió el diagnóstico de depresión severa; tal era el caso que, a los 30 años, la escritora tenía intenciones suicidas.
Sin embargo, logró encontrar una ruta de escape ante esta mala situación gracias a la escritura. De hecho, en oportunidades ha comentado que la figura de los dementores, esos seres fantasmagóricos que se alimentan de la paz, la alegría y la esperanza de sus víctimas, representan una alegoría a la depresión. Así, tras mucho esfuerzo y trabajo sin descanso, terminó de escribir el primer libro de la reconocida saga de Harry Potter.
Tras esto, el manuscrito fue enviado a doce editoriales, tras lo que recibió rechazo tras rechazo, pues se alegaba que los textos infantiles eran muy difíciles de vender. Así pasó un año, hasta que Barry Cunningham, editor de Bloomsbury, una editorial londinense, le dio la oportunidad a Rowling, pagándole 1.500 libras como adelanto por los derechos de autor de su libro. El resto, es historia, Harry Potter le daría la vuelta al mundo y Rowling se convertiría en la mujer más acaudalada del Reino Unido, convirtiéndose en una de las escritoras más famosas a nivel mundial.