En 1808, Napoleón Bonaparte ordenó a las tropas francesas invadir España.
Como consecuencia se desencadenaron muchos cambios en los territorios hispánicos, tanto en Europa como en las colonias que tenía en América y el Caribe.
Ante tal embate, el rey Carlos IV y su hijo Fernando VII se vieron obligados a abdicar a favor del emperador francés, que poco después cedió el mando de la monarquía española a su hermano José Bonaparte, quien asumió el poder como José I.
Se conformaron dos posturas en Nueva España; por un lado, la encabezada por la Real Audiencia, quien recibía apoyo de los comerciantes adinerados de origen europeo, que defendían la idea de no hacer cambios mientras esperaban el regreso del heredero legítimo al trono. Por otro lado, en posición contraria, se manifestó el Ayuntamiento de la Ciudad de México, donde los criollos acomodados de clase media estaban mejor representados.
Las noticias de los sucesos que ocurrían en la metrópoli, así como el levantamiento del pueblo español ante los invasores franceses y la creación de juntas de gobierno autónomas en España como mecanismos de resistencia, llegaron pronto a América.
La situación inquietó a las autoridades y a distintos grupos novohispanos quienes, ante la ausencia del rey, representante legítimo y soberano del reino español y sus colonias, en quien recaía el poder jurídico y político, se cuestionaban: ¿en dónde reside la soberanía?, ¿a quién se debe obedecer?
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