Respondióle el preclaro hijo de Hipóloco:145 GLAUCO ¡Magnánimo Tidida! ¿Por qué me interrogas sobre el abolengo? Cual la generación de las hojas, así la de los hombres. Esparce el viento las hojas por el suelo, y la selva, reverdeciendo, produce otras al llegar la primavera: de igual suerte, una generación humana nace y otra perece. Pero ya que deseas saberlo, te diré cuál es mi linaje, de muchos conocido.
Hay una ciudad llamada Éfira en el riñón de Argos, criadora de caballos, y en ella vivía Sísifo Eólida, que fue el más ladino de los hombres. Sísifo engendró a Glauco, y este al eximio Belerofonte, a quien los dioses concedieron gentileza y envi- diable valor.
¡Preto! Ojalá te mueras, o mata a Belerofonte, que ha querido juntarse conmigo, sin que yo lo desea- ra». Así dijo. El rey se encendió en ira al oírla; y, si bien se abstuvo de matar a aquel por el religioso temor que sintió su corazón, le envió a la Licia; y, haciendo mortiferas señales en una tablita que se doblaba, entrególe los perniciosos signos con orden de que los mostrase a su suegro para que este lo perdiera. Belerofonte, poniéndose en camino debajo del fausto patrocinio de los dioses, llegó a la vasta Licia y a la
DIOMEDES ¿Cuál eres tú, guerrero valentísimo, de los mortales hombres? jamás te vi en las batallas, donde los varones adquieren gloria, pero al presente a todos los vences en audacia cuando te atre ves a esperar mi fornida lanza, ¡Infelices de aquellos cuyos hijos se oponen a mi furor! Mas si fueses inmortal y hubieses descendido del cielo, no quisiera yo luchar con dioses celestiales. Poco vivió el fuer te Licurgo,