El señor Lema, el maestro de sexto grado, mesaludó cordialmente, me asignó un pupitre, y me presentó a la clase. Estaba tannervioso y tan asustado en ese momento cuando todos me miraban que deseé estarcon Papá y Roberto pizcando algodón.
Lo primero que haremos esta mañana es terminarde leer el cuento que comenzamos ayer
el señor Lema le dio a la clase la asignatura dela primera hora. «Lo primero que haremos esta mañana es terminar de leer elcuento que comenzamos ayer», dijo con entusiasmo.
Se acercó a mí, me dio su libro y me pidió queleyera. «Estamos en la página 125», me dijo. Cuando lo oí, sentí que toda lasangre me subía a la cabeza; me sentí mareado. «¿Quisieras leer?», me preguntóen un tono indeciso. Abrí el libro a la página 125.
¿Quisieras leer?
Estamos en la página 125
Mi boca estaba seca. Los ojos se me comenzaron a aguar. El señor Lema entonces le pidió a otro niño queleyera. Durante el resto de la hora me empecé a enojar más y más conmigo mismo.Debí haber leído, pensaba yo.
. Durante el recreo me llevé el libro al baño ylo abrí a la página 125. Empecé a leer en voz baja, pretendiendo que estaba enclase. Había muchas palabras que no sabía.
. Cerré el libro y volví a la sala de clase. El señorLema estaba sentado en su escritorio. Cuando entré me miró sonriéndose. Mesentí mucho mejor. Me acerqué a él y le pregunté si me podía ayudar con laspalabras desconocidas. «Con mucho gusto», me contestó. El resto del mes pasémis horas de almuerzo estudiando ese inglés con la ayuda del buen señor Lema.