Algo dentro de mí está roto, y cada día ese abismo se siente más grande. La vida me pesa, como si llevara un cielo gris sobre mis hombros, uno que nunca se aclara. Es dura, sombría, agotadora… y lo que más duele es que no sé cómo escapar de este vacío. Me odio por sentir tanto, por ser tan pequeño ante la enormidad de mi propio dolor.Dios debe haber sido generoso con todos ustedes, porque conmigo solo guarda silencio. Mis oraciones se desvanecen en el aire, como susurros que nunca alcanzan sus oídos. Y no puedo dejar de preguntarme, ¿qué hice? ¿Por qué estoy atrapado aquí, en esta soledad sin respuestas? ¿Qué está mal conmigo, que hasta el cielo me ha dado la espalda?Solo quiero ser como los demás, como las personas que parecen vivir con el sol en la piel y el amor en sus manos. Quiero ser perfecto, amado, para que alguien, cualquier persona, me mire y piense que valió la pena conocerme. Quizás entonces, todo este sufrimiento tendría algún sentido.A veces despierto en la noche, cuando la oscuridad es más profunda, y el miedo me atrapa, como un susurro cruel que me dice: "¿Y si esto es todo lo que eres?" No soy bonito, ni tengo esa luz que hace que otros brillen. No soy la persona a la que buscan por su risa, ni la que camina con seguridad por la vida.No soy nada de eso. Soy lo que dicen de mí: débil, una sombra sin forma que vaga entre los días, esperando ser algo más, algo que nunca llegó.