A la casilla con él. Preparen la mazorca y las tijeras.¡Mueran los salvajes unitarios! ¡Viva el Restaurador de las leyes!
No, no le degüellen
-Encomienda tu alma al diablo.-Está furioso como toro montaraz.-Es preciso sobarlo.-Mejor será la mazorca.
¡Silencio y sentarse!
¡Calma! no hay que encolerizarse. Ya lo verás.- ¿No temes a que el tigre te despiadase?
Lo prefiero a que maniatado me arranquen como el cuervo, una auna las entrañas.
Infames sayones, ¿qué intentan hacer de mí?
Una pechada al sesgo del caballo de Matasiete arroja al unitario tendiéndolo a la distancia boca arriba y sin movimiento alguno.
Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denleverga, bien atado sobre la mesa.
Todos obedecieron.
Primero degollarme que desnudarme; infame canalla.
El joven, en efecto, estaba fuera de sí de cólera. Todo su cuerpo parecía estar en convulsión.
Apenas articuló esto el Juez,suspendieron al joven y lo tendieron comprimiéndole todos sus miembros.
Le taparon la boca con un pañuelo y comenzaron a jalarlevestir. El joven hizo una mueca, pateó, rechinó los dientes. Grandes gotas de sudor corrían por su rostro. Sus pupilas estaban ardiendo, su boca echaba espuma, y las venas azules de su cuello y frente, contra su tez clara, parecían estar llenas de sangre.
Sus fuerzas se agotaron, inmediatamente lo ataron y comenzaron a desnudarlo. Inmediatamente después, un chorro de sangre brotó de la boca y las fosas nasales del joven, y se extendió.
-Reventó de rabia el salvaje unitario.-Tenía un río de sangre en las venas.