Sí me gustaría escucharla. ¿Qué le había ocurrido?
Buenos días, Patronio, mi consejero, recientemente he tenido un problema y no sé qué hacer...
Señor conde, ¿qué problema es?
Señor, para que usted haga en esto lo más juicioso, quiero contarle una historia sobre lo que sucedió a un hombre con un tesoro que pasa un río.
Quiero mucho quedarme en una villa donde me tenían que dar mucho dinero, pero también temo quedarme allí, porque correría peligro mi vida. No sé qué hacer... ¿Cómo piensas, Patronio?
En su camino tuvo que pasar un río y, como llevaba una carga tan pesada, se hundió mucho.
Había una vez, un hombre que llevaba muchas piedras preciosas y eran muy pesadas.
En la parte más honda del río, se hundía aún más.
Por la codicia, el hombre no quizó desprenderse de ellas, murió ahogado y perdió la vida y sus piedras.
¡No puedo! ¡Valen mucho dinero!
Amigo, ¡abandona las piedras! ¡Sino morirás!
A vos, señor Conde Lucanor, aunque el dinero y otras ganancias que podáis conseguir os vendrían bien, yo os aconsejo que, si en ese sitio peligra vuestra vida, no permanezcáis allí por lograr más dinero ni riquezas.
¡Me fue muy bien, Patronio!
A quien por codicia su vida aventura, sabed que sus bienes muy poco le duran.
Creo que este ejemplo es muy bueno, Haré lo que me aconsejó.
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