Durante semanas y semanas preguntaba por ella con cualquier pretexto para que Jim no se extrañase
Jim nunca me dijo nada que yo no supiera.
Después del parque...
Volvía a las ocho y media o nueve y jamás pude quedarme a esperarla.
Una vez, al abrir Jim un clóset, cayó una foto de Mariana a los seis meses, desnuda sobre una piel de tigre.
Pero al final de esto:
Hubiera o hubiese amado, hubieras o hubieses amado, hubiera o hubiese amado, hubiéramos o hubiésemos amado, hubierais o hubieseis amado, hubieran o hubiesen amado
No me imagino cómo podían saberla los demás. Una y otra vez le rogaba que me llevara a su casa para ver los juguetes, los libros ilustrados, los cómics.
Como siempre nos dejaban mucha tarea sólo podía ir los viernes a casa de Jim. A esa hora Mariana se hallaba en el salón de belleza, arreglándose para salir de noche con el Señor
Hasta que un día -un día nublado de los que me encantan y no le gustan a nadie- sentí que era imposible resistir más.
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