¡Adelante!, ¡adelante!, mi señor don Baltazar, como esta usted?
De buenos don Francisco
¡Ah, sí! José Manuel. Pero desde que estoy aquí no he visto en él nada que lo haga merecedor de esa celebridad
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Así será, pero la verdad es que ese su esclavo disfruta allá abajo de una famita de macho fuerte que ya quisieran ganársela muchos para sí.
Pues cualquiera que no fuese yo diría que me envidia usted a mi pobre esclavo.
El que quiera cinta buena a Cartagena, como dice el dicho. Y luego que usted está ya prohibido de comprarla. Al menos así lo creo yo. Por algo se llama esposa a la mujer que nos dan en matrimonio.
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3 Pues de eso, de mi criadita y de su... mulato. Me tiene usted haciendo en esto lo mismito que los peones de los diestros en las corridas de toros. ¡Valiente oficio el mío! ¡Por vida de...! Si cuando a las mujeres se les mete una cosa...
1 Lo peor es que yo, para convencer a mi mujer de que está equivocada, he tenido que tomar una resolución, dejando escrúpulos a un lado. Y aquí me tiene usted en pos de un favor suyo.
2 ¿Un favor? Pues el que usted guste, mi don Baltasar. Ya sabe usted que en eso de servir a mis amigos soy todo voluntad. Usted dirá de qué se trata.
5 ¡Vaya que no! Y en negro, porque no puede ser más negro lo que me pasa y lo que traigo entre manos. Se trata de arrojarle a la fiera esa, nada menos que a una de mis criadas, a la mejor en todo sentido, vamos. Y eso, como usted verá, equivale, para un buen amo, a un sacrificio. Pero hay que hacerlo. Es la única manera de que yo pueda vivir con mi mujer en paz y gracia de Dios. Y la única también de verla aliviada de sus benditos celos y de su jaqueca sempiterna.
6 Bueno, bueno. De haber inconveniente no lo hay. Mis criados se entenderán con eso. Ahí está el negro Antuco, a quien, según creo, ya no se le encandila el ojo por la canela, y a la Casilda, que parece entendida en esos corretajes desde que la perdí de vista.
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No se haga usted tan de nuevas, que es fama que entre sus esclavos tiene usted uno para eso del juicio que ni mandado hacer. Un garañón capaz de apechugar con todas las criadas de la ciudad
Nosotros, cuando queremos conseguir a cualquier damisela de esas de pelo, tenemos que llenar, como dicen los golillas, tantos trámites y otrosíes, que cuando llegamos al fin, si es que llegamos, es gastados de paciencia, dinero y hasta de ilusión.
4 ¿Me habla en serio don Baltasar?
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