Huyendo del cazador le rompí cuatro costillas a un peregrino; Huyendo del peregrino atropellé a la mujer del sastre, que estaba embarazada; Y huyendo del sastre ocurrió la desgracia más sangrienta. La del burro.
El burro del leñador… Era mi única salvación para escapar, pero el maldito animal se echó al suelo…yo quise levantarlo a la fuerza tirándole del rabo, y él que no, yo que sí, tanto tiramos los dos que me quedé de cuajo con el rabo entre las manos. Y ahí están los cuatro como cuatro furias pidiendo a gritos mi cabeza.
Calma, Juan Blas, calma. Difícil es tu caso, pero soy un hombre agradecido… ¡Y mal potaje de nabos me dé Dios si no te salvo! Que más le valiera a la República perder sus monumentos y su historia que perder un cocinero como tú.
¡Defiéndame señor!
¡Gracias, señor, gracias!
Ahí está el ladrón. ¡A la picota!
¡Mis costillas… ay mis pobres costillas!
El asesino de niños ¡A la horca!
Mi pollino querido.. mi compañero de fatigas. ¡Mire, señor, este triste despojo!
¡Silencio todos! Y oigamos las dos partes
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¡Justicia, señor corregidor!
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¡Juramos!
En el nombre del Padre, etcétera, etcétera, ¿juran todos decir, etcétera, etcétera?
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